Alguien me acosa por Instagram / Parte N°4
Instagram es una aplicación y red social que hoy en día todo el mundo conoce, hablamos con amigos, contactamos con familiares y lamentablemente muchas otras veces nos encontramos con, como a mi me gusta llamar, los antagonistas de la historia.
Ayer, luego de subir mi anterior blog, una amiga al verlo me mando la siguiente imagen por WhatsApp:
Esta imagen me hizo reflexionar muchas cosas...
Al escribir por Blogger sobre mi acoso online, mi mayor objetivo es desquitarme, para recuperarme a mi misma, para reivindicarme. Escribo para desmenuzar mi experiencia, que aun no se termina, para descubrir los matices de la historia y discernir aquello que en este tipo de situaciones nos coloca a nosotras de un lado y a los agresores de otro, no es un asunto individual sino sistémico. Con este ejercicio de literatura no pretendo moralizar, antes bien es una reflexión en voz alta, precisamente para ganarle al silencio, tratando de que estas pequeñas narraciones sirvan para compartir el diálogo y reflexión.
Hace ya dos días, leí algunos relatos de chicas que pasaron por lo mismo que yo y otras peores. Sin embargo, algo me molestó bastante, entendí que para que se reconozcan los agravios la “buena víctima” tiene que ser pasiva y “bien portada”. A la “buena víctima” le “hacen” cosas, ella no hace nada. En cambio, las "rebeldes" les toca toca todo lo contrarió.
Esto no lo había contado pero últimamente estoy viendo muchos videos para practicar artes marciales, siento que si aprendo lo suficiente podré tener la certeza sobre mi cuerpo, centrar mi mente y permitirme enfrentar mis rabias y miedos.
Actualmente vivo con mucho estrés, tengo dificultades para dormir y lloró todo el tiempo. Siento que este hombre tiene el deseo de destruirme, de doblegar mi voluntad. Cada día de mi vida siento que me quiebro por dentro, siento que me ahogó. Esta situación pone en juego mi integridad psíquica y mi salud mental.
No me cabe duda que estoy siendo violentada y que este abuso es, por ahora, psicológico. Por lo poco que entiendo de este sujeto, yo se que el no es un enfermo, es un hombre criado en esta cultura y a lo largo de su biografía cultivó la misoginia que caracteriza su comportamiento. Él me manipula y para ello usa cosas que para mí son importantes: mi imagen, mi privacidad, mis familiares, quienes viven conmigo, y la importancia que le doy a las relaciones humanas. Sería ingenuo creer que el propósito de infligir este daño es simplemente el disfrute sádico por vernos a nosotras -y en este caso a mí- sufrir. Aquí está el quid del asunto. Estas son prácticas extendidas tanto en lo público, privado e íntimo porque son útiles, otorgan réditos a quienes las llevan a cabo.
En esta experiencia he encontrado los rastros de mi domesticación. Primero, en el hecho de no saber decir ¡NO! y poner límites. Y segundo en querer agradar y no importunar, vienen a mi mente las tempranas críticas de mi madre por tener “ese carácter” -fuerte e irreverente- y las múltiples voces que a lo largo de mi biografía insistían en que “no debía pelear tanto”. En la dependencia de la mirada aprobatoria de un “otro” masculino. En la culpa por mis deseos, anhelos y búsqueda de libertad vital y sexual. En suma, en la misoginia internalizada, esa que también noté en la conducta de mis compañeras de trabajo y en nuestra forma de relacionarnos con desconfianza.
Nunca me sentí más hostigada como en esta ocasión y es por eso que mañana mismo voy a denunciarlo, ayer me siguió y logre sacarle una foto. Y esta foto, es la que me salvará de esta PESADILLA.
Sobre todo lo escrito, me encuentro en múltiples reflexiones. Para ello rescato la propuesta que una vez escuche, restémosle solemnidad al asunto, recurramos a la irreverencia y la picardía, quizá sean herramientas más efectivas para romper aquello que nos constriñe y nos “domestica”. Por mi parte tengo una fuerte convicción: ¡No volveré a aceptar ninguna domesticación!
Por favor, cuídense y cuiden a sus seres queridos. Esperen noticias de mi.
Mañana subiré la parte 5